viernes, 31 de julio de 2009

La QUINTA de BRAHMS...



...al menos eso decía Schönberg para referirse a su orquestación del Cuarteto con Piano en Sol menor Op. 25 de Brahms. Era un desahogo de su ironía y eso me simpatiza, aunque el “Señor Doce Tonos” me parezca en otras lides tan inaccesible como un murallón de concreto.

Pero dejemos eso y vamos a este arreglo espectacular que hoy comparto con ustedes.

La idea de orquestar el cuarteto de Brahms fue cosa de Klemperer, que se esforzaba a principios del siglo pasado en promocionar a Schönberg con escaso éxito, y el camino de las transcripciones le pareció una buena manera de tentar al público. Herr Schönberg explicaría más tarde sus motivaciones con exactitud mordaz:


Mis razones: 1. Amo esta pieza. 2. La tocan muy poco. 3. Siempre la tocan muy mal, y cuando el pianista es bueno, peor, porque toca fuerte y nadie oye las cuerdas. He querido, aunque sea una vez, poder escucharlo todo, y lo he conseguido”. Hasta ahí vamos bien. La literatura fantástica viene justo a continuación: Mis intenciones: 1. Ajustarme rigurosamente al estilo de Brahms, y no ir más allá de donde habría ido él mismo si estuviera vivo. 2. Obedecer rigurosamente todas las leyes observadas por Brahms, sin romper ninguna de aquellas que solamente conocen los músicos educados en su mismo ambiente”. Schönberg, disonante honesto, no remata con un “lo he conseguido”. Pues, si bien su orquestación emula el estilo instrumental del solitario maestro de Hamburgo, no se priva de sonidos que Brahms nunca utilizó: metales con sordina, xilófono, glissandi de trombones, glockenspiel... Incluso el adorno conocido como grupeto, aunque escrito de puño y letra por Brahms, al ser magnificado por las cuerdas agudas en combinación con los metales empieza a “oler a Wagner”, quien usaba la misma figura ornamental en sus melodías.

¿Lo que digo parece reproche? Pues nada que ver: Don Arnoldo era un arreglista de enorme imaginación, capaz de pasar de lo mínimo a lo máximo (trasladar una obra de cámara como ésta a la plantilla sinfónica) y viceversa (llevar la mismísima Canción de la Tierra, de Mahler, a una orquesta de cámara).

Por su parte, en los años de esta composición Brahms no se había refugiado detrás de ninguna barba. Este primer cuarteto es muy melódico, expansivo, pero con rasgos inconfundibles: claridad de exposición, reelaboración temática a partir del mismo material (para Schönberg, el germen de la “variación continua” que tomaría él mismo como bandera), cierto pesar que aún no es “otoñal” y momentos “heroicos” que parecen clamar (en la versión original) por una realización sinfónica.

Esa que Schönberg le supo dar.

Y que pueden gozar ustedes, impúdicamente, AQUÍ.


En la próxima entrega, el Cuarteto con piano de Brahms en su versión original.

12 comentarios:

mara dijo...

No conocía esta magnífica versión orquestada por Schönberg del cuarteto de Brahms.
¿Quien hubiera dicho que Schönberg llegaría tomado de la mano de Quinoff?

La vida nos da sorpresas.....

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Una dupla que ciertamente no se verá muy a menudo...

mara dijo...

...unida por el encanto y el espanto.

Fernando G. Toledo dijo...

¿Y esa portada?

q u i n o ƒ ƒ dijo...

La del disco. Ése del que subí una parte (Brahms/Schönberg) y me falta hacerlo con la otra (Brahms/Rubbra). Pero esta semana muy atareada se opone a mi propósito. Ganará el más terco.

mara dijo...

Entonces, ganará el Deseo, que es terco como una mula e ignorante de propósitos y tiempos.

Fernando G. Toledo dijo...

Aclaro mi pregunta: me pareció una portada apócrifa por la tipografía de Chandos. Pero revisando, encontré (y recordé) que en efecto hace tiempo utilizaba esas fuentes. Curiosidad tipográfica, que le dicen.

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Buen ojo, Fernando. El disco es de principios de los 90. En la diagramación interior se percibe también un aire demodé en la elección de tipos y disposición de elementos gráficos. Personalmente, salvo la sutileza de asignar un color para cada uno de los 3 compositores y asociar ese color con los títulos correspondientes, me parece una portada penosa. Seguramente los buenos chicos de Chandos estaban reorganizando el departamento de diseño.

Aprovecho de auto-espolearme con el anuncio de lo que se viene para esta semana y fin de semana: suculento post bachiano de Ernesto( + Gato) ** Baudelaire y su wagnerismo ** Sibelius y varios de sus Poemas Sinfónicos ** Strauss, Richard y su Vida de (según él) Héroe... Si no subo esto, me tiño de verde el poco pelo que queda...

PD. Agradecimiento público al continuo aliento de Mara.

mara dijo...

¡lo que faltaba! ¡Quinoff con pelo verde.....!
Ya tenemos a Ernesto paseando por la Web con sus increibles tiradores a tono con la corbata; el Gato, tan negro y con esos hipnotizantes ojos amarillos y ahora Quinoff... ¡teñido de verde!!
Fernando, hagamos algo.. ¡urgente!.

Querido Quinoff, nada que agradecer. "El texto que usted escribe debe probarme que me desea". (Roland Barthes, El placer del texto). Tengo pruebas más que suficientes.

mara dijo...

Termino de darme cuenta -sabrán disculpar, soy lenta- que se ha establecido una conexión entre Oido Fino-Arpegio-Quinoff.
¿Cómo proponía el Gato? ¿QOFA? Está bueno el nombre ¿no les gusta?
Jamás dejaría este comentario en el blog de Fernando, me intimida su seriedad y tengo la impresión de escuchar como respuesta un onomatopéyico ¡puaj!jaja
En cuanto a Mahlerite, no sé, algo también me detiene, quizás sea el estetoscopio.
Quinoff, por su lado, ha tomado decididamente el camino de la resignación con mis -ejem- ¿ingeniosos? ¿divertidos? comentarios.
No puedo para de reirme imaginando la cara de Fernando -¡puaj!- o a Mahlerite haciéndose un nudo con el estetoscopio.
Si en algo me he excedido, aclaro, fue totalmente adrede. Soy así.

q u i n o ƒ ƒ dijo...

El exceso... uhm... camino tentador, Dra. -- En cuanto al estetoscopio, ¿tiene otros usos aparte de estetoscopiar?

mara dijo...

El estetoscopio, Quinoff, tiene varios usos, entre ellos, el "aún no" ( el Dasein ), y algunos otros que no te diré por consejo de mi abuelita ("jamás satisfagas del todo la curiosidad de un hombre").

 
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