lunes, 8 de mayo de 2017

BRAHMS y el AMOR ETERNO

Brahms Johannes Brahms en su solitaria madurez

Probablemente la vida amorosa de Johannes Brahms perdurará siempre como un enigma. Por indiscutible que sea el amor que profesó hacia Clara Schumann, y por más que este sentimiento lo acompañara su vida entera —desde la pasión que agitó al intempestivo jovencito de Hamburgo hasta el distanciamiento cordial que marcó sus últimos años— Brahms nunca pudo dar a esta relación ni a ninguna otra una culminación. Algo íntimo y rotundo desarmó siempre la posibilidad de fundar un hogar junto a una mujer.

Existe una famosa anécdota de sus años maduros que ilumina algo del problema. El compositor asistió a un evento social en Viena y se excedió con el alcohol. Como suele ocurrir, perdió el freno y empezó a disparar frases cada vez más burdas y ofensivas contra las mujeres presentes. Cuando la cosa caminaba para escándalo, un amigo lo “rescató” llevándoselo de vuelta a casa. Una vez allá Brahms, que en el camino había recuperado la cabeza, guardó largo y avergonzado silencio. Finalmente indagó con su amigo si se había comportado muy mal. Ante la respuesta afirmativa, ofreció una confesión: su más temprana juventud la pasó como pianista —recordemos que fue niño prodigio— de la banda de su padre, animando el ambiente en burdeles de puerto. Lo que el niño vio allí se le grabó en el cerebro y contaminó para siempre su concepto de lo femenino. “Siendo ésa mi primera impresión de las mujeres, ¿se puede esperar que las respete?”, concluyó a modo de disculpa.

Brahms
No era cosa fácil soportar a Brahms

Para sus biógrafos, “lo que el músico mostraba ante el sexo opuesto era, en primer lugar, una inicial timidez sólo vencida si la otra persona tenía la capacidad suficiente para aceptarlo y comprenderlo más allá de sus excesos verbales y de sus sarcasmos, manifestaciones ambas de una actitud previa de defensa. Y, en segundo lugar, una insuperable contradicción —jamás resuelta— entre el deseo y el temor de amar y ser amado. Eso explica sus reiterados fracasos sentimentales, siempre acaecidos cuando se planteaba en serio el matrimonio.”

Esta explicación de Geiringer debe ser equilibrada con la observación, evidente ante su profusa correspondencia (¡sus cartas llenan 16 volúmenes!), de que Brahms era un ser comunicativo y sociable aun a pesar de sí mismo. Amaba la compañía de la gente, sabía mantener amistades (pocas) y sólo temía la demasiada cercanía.

Los artistas a menudo son criaturas complejas que trasuntan sus limitaciones por medio del arte. Y Brahms frecuentó el amor gracias a su música. Lo hizo especialmente en un nicho que a veces se pasa por alto: el lied. Fue uno de los grandes músicos que más canciones escribió durante el siglo XIX, y en esa producción visita poemas de amor con múltiples matices.

Elegía autores sin más considerandos que la inspiración que fueran capaces de proveerle. A la hora de seleccionarlos seguía una particular teoría: pensaba que los poetas más grandes no ganaban mucho con adaptaciones musicales de sus obras, perfectas en sí mismas, por lo cual prefería aquellos otros en quienes vislumbrara la posibilidad de un enriquecimiento.

Alfons Mucha Desnudo femenino por Alfons Mucha

Una de sus canciones más hermosas se titula “Del Amor Eterno” (Von Ewiger Liebe). Escrita en 1864, pertenece al grupo de Cuatro Canciones op. 43, y su texto viene de Hoffmann von Fallersleben. Si se puede definir el arte del lied como la creación de una drama en miniatura, pocas obras ofrecen mejor ejemplo. Incluso un adversario tan enconado como Hugo Wolff admiró el dramatismo emocionante y la fuerza de expresión que exhibe Brahms en este relato de amor, en que una pareja de jóvenes aldeanos debaten sobre la firmeza de sus sentimientos (pueden revisar el texto aquí).

A continuación les comparto tres versiones: la magistral interpretación de Dietrich Fischer-Dieskau con Gerald Moore al piano (registro de 1958) y tras ella, una adaptación de la obra para coro de voces mixtas (registro del Festival de Norfolk y publicado en oct. de 2015 en YouTube). Además, una adaptación instrumental para cello y piano de este maravilloso lied a cargo de Asier Polo y Eldar Nebolsin. ¡Disfrútenlas! (Existe una hermosa adaptación instrumental para conjunto de cámara —trío o cuarteto con piano— que pude disfrutar como parte de la “banda sonora” de la obra “Los Náufragos de la Loca Esperanza”, del Theatre du Soleil; lamentablemente no he sabido encontrar alguna grabación de la misma.)





3 comentarios:

Elgatosierra dijo...

Cuenta Alberto Zurron en su librito "Historia insólita de la música clásica I" (Zaragoza, Edt. Titivillus, Pág. 80): "En una cena de sociedad se le colocaron [a Brahms] a izquierda y derecha dos mujeres que a su gusto hablaban más de la cuenta. Pasado un rato uno de los invitados percibió la indignación pintada en su rostro y le preguntó tras la cena qué era lo que tan a todas luces le había incomodado. La respuesta del misógino Brahms fue perfectamente comprensible: «¿Cómo no iba a sentirme molesto? ¡La dama de mi derecha hablaba en mi mayor y la de mi izquierda en mi menor!»." Parece ser que Brahms prefería sus soldaditos de plomo, con los que organizaba geniales batallitas, a las mujeres.
Salud, paz, sonrisas y muy cordiales saludos para todo el fogón.
Elgatosierra :)

q u i n o ƒ ƒ dijo...

O se estaba jactando de su oído absoluto (como en aquella entrevista en que Brahms, para dar énfasis a una afirmación, se levantó del sillón, fue al piano y allí golpeó tres veces un acorde de Do mayor) o cayó en uno de sus frecuentes “estados de insoportabilidad”. Pese a todas las frases hirientes que se despachó contra las mujeres, siempre necesitó el consejo y compañía de ellas. Pero sí, creo que amaba más sus soldaditos de plomo jajaja

Un abrazo, amigo :)

Elgatosierra dijo...

Peor para él. Nunca supo lo que se perdió... JA, JA, JA
Un entrañable y fuerte abrazo QUINOFF :)

 
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